Recuerdo estar caminando por Malasia, de noche y
con tanta infinidad de contrariedades en mi cabeza que me costaba respirar. Ya
vuelve, pensé, la ansiedad. A estas alturas no puedo considerarla una extraña
en mi vida. Casi podría decir que estoy haciendo las paces con ella. Y sin
embargo todavía es un trabajo enorme gestionar todo lo que conlleva. Recuerdo estar en esas calles mal asfaltadas,
llenas de hombres muy salidos que me hicieron mirar al suelo durante todo el
trayecto a un fast food de la zona. Y también recuerdo esta idea. La de
escribir para los que perciben hacia dentro, para los que no saben lo que es y también
para mí misma. De lo invisible que resulta todo a ojos de una sociedad que
solamente mira hacia delante. Todo esto que me ocurre, pensé, todo lo
imperceptible que ocupa mi cerebro y que ahora también forma parte de un dolor
físico inmensurable, es totalmente desconocido para la mayoría de personas que
me rodean. Y entonces me di cuenta de que la palabra apropiada es esta: INVISIBLE.
Lo invisible es muy frustrante porque no puede palparse, ni verse, ni sentirse
a no ser que esté dentro de ti. Me di cuenta en el preciso instante en el que
empecé la escuela primaria y todo a mí alrededor era totalmente abrumador. En
el que observaba de una forma distinta, mucho más precisa, en el que le daba
importancia a detalles muy concretos que los demás pasaban por alto. En esa
época era frágil, callada, triste, autoexigente, sensible. Ya en esos años, la
ansiedad se manifestó en repetidas veces y sin embargo desapareció de repente,
sin comprender quién o qué era aquel monstruo aterrador que me asfixiaba por
dentro y aparecía sin avisar. Entonces pasó el tiempo y cada vez tenía más
interés en conocerme. Conocerme de verdad, hasta el fondo, está siendo un
proceso muy largo y difícil pero totalmente necesario para desaprender. Pero
sobretodo necesitaba entender todo lo que había sentido hasta ahora y toda
aquella incomprensión ajena para empezar a atar cabos y empezar de cero.
Descubrí un término curioso con el que me identifiqué de inmediato. Después de
hacer muchos tests y de horas de investigación, asumí que era PAS. Según leí,
Las Personas Altamente Sensibles presentan una variación genética llamada
ADRA2b, caracterizada por tener un sistema nervioso más desarrollado y
sensible. Las personas que presentan este rango son propensas a la depresión,
la sobre estimulación sensorial, la saturación, los altibajos, la dificultad
para procesar de forma ordenada gran cantidad de información, una gran intuición
y mucha soledad. Cuando leí estas características pensé que había encontrado la
solución a todos mis problemas. Por fin podía poner a nombre a lo que me estaba
pasando. Pero después la realidad me golpeó de nuevo. Está bien, es muy
probable que pueda definirme de esta forma, pero,¿y ahora qué? Quiero decir, si buscas la
definición de PAS en internet, encontrarás una infinidad de blogs con extensos
textos acompañados de ilustraciones muy bien hechas que remiten al arte y a la
sensibilidad. No digo que me parezca mal. Digo que en todos ellos se repite un
patrón de información que no va más allá de definiciones técnicas y de
cuestionarios que te retan a poner a prueba tu propia forma de ser. También
insisten en que no te sientas mal por este rasgo distintivo. Al contrario, ¡es
maravilloso ser diferente y debes agradecer este don que te ha dado la
naturaleza! Y es verdad que en cierta forma lo es porque percibes la realidad
de una forma inexplicable sin necesidad de estupefacientes, pero si te está
pasando, sabrás que no todo es de color rosa. Lo cierto es que no pretendo ir
en contra de todos estos artículos ni de algunos libros de dudosa autoayuda que encontré al respecto. No soy psicóloga ni
pretendo serlo. Lo que trato de expresar es que necesitamos información real,
valiosa, aplicable al día a día de los que no sabemos cuál será la lucha de
mañana. Y lo mismo ocurre con otros estigmas que, por razones obvias, se
prefieren enmascarar. Dime cuántas veces te han dicho que te pongas una
pastilla debajo de la lengua para calmar tu ansiedad y, por el contario, cuántas
de ellas te han preguntado acerca de ella. O cuántas veces te han juzgado por
estar deprimida si hace un rato saltabas de alegría. Dime si realmente los
demás se atreven a llegar hasta el origen para comprender lo que ocurre en
nuestro interior. Todos los traumas, miedos y conductas que aparecen en nuestra
infancia y que no afloran hasta años más tarde, cuando ya no tienes permiso
para darles espacio. Recuerdo estar a punto de llegar a ese restaurante
y llenarme la boca silenciada de impotencia. Claro, tampoco nos hablan del
bloqueo ¿verdad? El bloqueo es un rasgo más de esta personalidad tan poco
aposentada en el mundo moderno. Surge cuando tu cerebro se satura y no puedes
articular palabra. Tu cabeza se convierte en un poso de pensamientos
simultáneos tan ruidoso que no puedes hablar. Y esto, os lo juro, es literal.
Otras veces ocurre que el simple hecho de generar una discusión te causa
rechazo y prefieres no responder. Sea como sea, la impotencia es uno de los
peores sentimientos que puedo llegar a experimentar. A veces me hace llorar y
otras gritar por dentro y otras simplemente esto, callar, lo cual todavíagenera más frustración entre los que me
rodean. Muchas de las injusticias que ocurren en el mundo me producen este
rechazo y este pesimismo casi instalado en mi forma de ver las cosas. Lo sé, a
estas alturas ya debes tener ganas de cortarte las venas, pero esto no es yahoo
respuestas con cuatro tips baratos y una guía de meditación. Os estoy hablando
de lo que nadie nos cuenta, de la parte fea de todos estos trastornos que se
idealizan en las redes y de cómo una persona anónima como yo o como tú debe
lidiar con ello sin conocimiento.Recuerdo haber querido escribir esto para generar
empatía entre todas las personas silenciadas que se sienten invisibles en una
cultura sobre estimulada y muy poco avanzada en la inteligencia emocional. Este
término me lo enseñó una profesora de secundaria y causó un impacto decisivo en
los años posteriores de mi vida.