Esta noche he estado haciendo
música. Es algo que me purifica y me hace sentir muy viva. Y entonces, por un
momento, hice un repaso mental de todo lo que he hecho estas semanas como para
quedarme tranquila (estudiar, componer, conciertos desde casa, dibujar, bailar,
leer, escribir, meditar...) y he pensado que incluso sintiéndome bloqueada
durante todo este tiempo, no estaba nada mal. Y al repetirme esto, lo he visto
todo más claro y he comprendido los altibajos, la ansiedad y la sensación de
estar atrapada en un espacio-tiempo abstracto y etéreo del cual no podía
escapar.
Pues bien, esta noche me he dado cuenta de que una vez más la presión social y la autoexigencia nos empujan a ser productivos, competitivos y constantemente receptivos. De repente me vi desbordada ante la palabra TIEMPO. ¿Os lo podéis imaginar? Yo, que me paso la vida diciendo que me faltan horas para hacer todo lo que me gustaría, que no llego a todo, que necesitaría tres vidas más para poder abarcar todas mis aspiraciones. En fin, caí en la trampa. El mundo, de repente, se paró para volver a ponerse en marcha de otra forma. De manera emmascarada, supongo, pero con el mismo objetivo. En un abrir y cerrar de ojos me vi desbordada por una realidad obtusa, confusa, teñida de humor y tragedia, ahogada en millones de notícias monotema, sobreestimulada. Pero lo que realmente me paralizó fue la responsabilidad de gestionar este valioso tiempo. "Ahora es el momento de hacer todo lo que pueda. Aprender cosas nuevas, hacer mucho deporte, terminar con el trabajo atrasado..." Y todo esto sin dar espacio a ninguna otra emoción más que la idea de ser PRODUCTIVA para que las horas pasen más rápido y pronto volvamos a la normalidad para volver a ser...¿PRODUCTIVOS?
Pues bien, esta noche me he dado cuenta de que una vez más la presión social y la autoexigencia nos empujan a ser productivos, competitivos y constantemente receptivos. De repente me vi desbordada ante la palabra TIEMPO. ¿Os lo podéis imaginar? Yo, que me paso la vida diciendo que me faltan horas para hacer todo lo que me gustaría, que no llego a todo, que necesitaría tres vidas más para poder abarcar todas mis aspiraciones. En fin, caí en la trampa. El mundo, de repente, se paró para volver a ponerse en marcha de otra forma. De manera emmascarada, supongo, pero con el mismo objetivo. En un abrir y cerrar de ojos me vi desbordada por una realidad obtusa, confusa, teñida de humor y tragedia, ahogada en millones de notícias monotema, sobreestimulada. Pero lo que realmente me paralizó fue la responsabilidad de gestionar este valioso tiempo. "Ahora es el momento de hacer todo lo que pueda. Aprender cosas nuevas, hacer mucho deporte, terminar con el trabajo atrasado..." Y todo esto sin dar espacio a ninguna otra emoción más que la idea de ser PRODUCTIVA para que las horas pasen más rápido y pronto volvamos a la normalidad para volver a ser...¿PRODUCTIVOS?
En el post anterior reflexioné
sobre esta gran oportunidad que nos regala de forma extraña la vida, en un
momento en el que el planeta, literalmente, se ahoga. Creo mucho en las señales
pero supongo que, tal y como escribí, solo ven los que quieren ver. No me estoy
contradiciendo, estamos ante una gran lección en la que también se ha
demostrado que sin Arte solo habría miseria. Pero me gustaría ir un poco más
allá y pensar que aun pisando suelo conocido, seguimos siendo marionetas. Os invito a escucharos más que
nunca, a decidir sobre el sentido de vuestro propio tiempo y a darle un nuevo
signficado a este, incluso cuando todo esto haya terminado.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada