diumenge, 1 de març del 2020

1. No Me Llores


Venir al mundo es aparentemente fácil. Te conciben y luego te expulsan. Lloras como señal de que todo está bien. Irónico. Y después ya dispones de unos 90 años para tratar de sobrevivir. Pero no todo es tan negro, claro. Vivir significa viajar a lo desconocido y con ello experimentar infinidad de cosas que todavía ni sabemos. O por lo menos yo lo veo así. A veces el viaje se pone turbio y no todo va como esperamos. Pero otras veces desearías quedarte allí para siempre. En momentos concretos o personas concretas que algún día podrían fallarte. Creo que siempre le tuve miedo a eso. Al abandono. Siempre dicen que comía fatal y que dormía todo el santo día. Un poco como ahora excepto por lo de comer. También lloraba por todo. Creo que por eso me resulta tan difícil hacerlo ahora. O por lo menos en público. Pero eso da igual porque de lo que realmente quiero hablar es de la gran responsabilidad que comporta nacer. En el mejor de los casos nacer supone estar a la altura de un sistema que no te dejará SER sino EJERCER. Nacer es trazar un camino ya predeterminado sin que puedas plantearte el por qué. Nacer es ser un buen hijo, un buen amigo, es poder ser madre algún día y ocupar un buen puesto en un trabajo que probablemente no te hará sentir realizado. Y no hablemos de todos aquellos países en los que nacer significa luchar por no morir. Pero nacer también es poder ser el primero en cambiar todo esto, ¿no? Quiero decir, yo no lo hubiera soportado si todavía estuviera siendo quién esperan que sea. Como tampoco hubiera podido estudiar algo que no genere un compromiso real con lo que quiero decir o aportar. Alguien especial me dijo: "Siempre tiene que haber una primera persona que rompa el ciclo". Y tiene mucha razón. La primera vez que sostuve un bebé en brazos supe que no querría ser madre. Ahora estarás pensando que es demasiado pronto para tomar una decisión tan premeditada. Por dios, solo tienes 23. Pues la verdad es que no tengo ninguna fe en que mi instinto maternal aparezca en algún momento. Cuando me otorgaron la responsabilidad de agarrar aquel niño con cierta desconfianza pensé dos cosas bastante alarmantes: hueles raro y pesas mucho. (Dije que era alarmante). Mientras todos ponían caras raras y balbuceaban el idioma inventado por los adultos para referirse a los más pequeños, yo solo quería huir. Creo que fue entonces cuando empecé a darme cuenta de que aquellas situaciones no iban conmigo. De que el código en el que se mueven los adultos no iba absolutamente conmigo. Pero para mi sorpresa, tampoco ocurrió con los de mi edad.


Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada

0. ¿Nos Veis?

Recuerdo estar caminando por Malasia, de noche y con tanta infinidad de contrariedades en mi cabeza que me costaba respirar. Ya vuelve, pe...