divendres, 6 de març del 2020

2. El Síndrome de Sam Fender

Virgina Woolf dejó por escrito que no creía ser capaz de volver a pasar por una de aquellas "épocas terribles", justo antes de dejarse ir por la corriente del río Ouse.

Su carta de despedida me inspiró algo así entorno a mi idea de tristeza incurable:

Cuando me hablas de malos días
yo entiendo exactamente a lo que te refieres.
Cuando no puedes ver más allá
de tu otra identidad boicoteada,
te defiendes con los dientes para poder inhalar
y exhalar en la medida de lo no posible.
Cuando sabes que ha vuelto,
no sabes si volverás a intentarlo.
No sabes si podrás.
No sabes si querrás.
No sabes si valdrá la pena,
esta vez.
Me he visto bailando con todos los colores
para evitar un desastre mayor.
Fuiste tú aquella niña inconsolable.
Eres tú aquella adulta inagotable.
No te juzgo,
pero me irritas.
Me frustras,
me cantas
y luego me olvidas.
Te he enseñado mi mejor cara
entre tus manos.
Solo Frida
puede llegar a comprender.
Solo Frida
el dolor.
Solo Frida
tanto.
El agua se vuelve turbia cuando tú y yo sabemos,
cerebro mío,
que ya nada queda por hacer,
sino permanecer
y luchar
y un poco más,
todavía un poco,
que no son más que 10 segundos de felicidad
que no son más que fantasmas 
pesadillas en forma de ventanas que dejan ver luz
y ¿a qué vienes a rondarme si ya pude ver tu cara?
Tengo dolor de muelas de tanto masticar esta ansiedad 
en forma de tristeza
integrada
en mi ADN.




Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada

0. ¿Nos Veis?

Recuerdo estar caminando por Malasia, de noche y con tanta infinidad de contrariedades en mi cabeza que me costaba respirar. Ya vuelve, pe...